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José Pérez, director de Cacatúas Parlantes: “El mundo necesita reír”

Para el director de Cacatúas Parlantes la vida es puro teatro: «Interpretamos muchos papeles y tenemos muchas máscaras», afirma.

Luis Gresa | José Pérez (Adra, 1978) estrenó en verano en Almería su primer montaje como director de la agrupación teatral infantil de la ‘Las Cacatúas Parlantes’, de la ONCE de Almería, ‘Un monstruo en mi país’, una obra que provoca al espectador sobre el valor de la diferencia. Lo que comenzó como una mera afición de adolescente es hoy una forma de vida. Actor, director, maestro de la expresión corporal, José trabaja con niños libres de prejuicios que aprenden un valor esencial para el teatro y para la vida, la improvisación. Es en el fondo un hombre con alma de niño que se rebela contra la mediocridad y la ignorancia.

 ¿Cómo se inició en el mundo del teatro?

Fue a los 15 años en la asociación cultural ‘El Carro de Tespís’ de mi pueblo. Tespis fue un comediógrafo griego que recorría los pueblos con su carro haciendo teatro. El primer dramaturgo itinerante que se fue de gira. Ahí me inicié en las artes escénicas. Comenzó como una afición de adolescencia.

¿Y en qué momento de su vida decide que lo suyo es la escena?

Lo decido cuando pierdo mis dos trabajos fijos. Trabajaba con personas con discapacidad, niños y adultos, en la rehabilitación del lenguaje y formación ocupacional, desde que terminé mis estudios de Magisterio en Audición y Lenguaje. Cuando entró la reforma laboral del 2012 sufrí despidos improcedentes en ambos empleos. Durante todo este tiempo nunca dejé de hacer animación y teatro con diferentes grupos y personas, así como formación monográfica en las áreas de la escena que más me llaman la atención como el clown, la impro, cabaret, teatro de calle….lo que me ha permitido ir adquiriendo “tablas”.

A partir de aquel momento, con la desilusión que sentí entonces, decidí que iba a dedicarme de lleno a la animación de la comunidad, a la escena y al espectáculo. Entré a trabajar en Microteatro por dinero Almería, a formar parte de los circuitos de café-teatro allí, y ser contratado como actor de teatro didáctico en la compañía Escenario Pedagógico S.L., en la que trabajo actualmente.

Para usted, la vida es puro teatro.

Pues sí, sí… La vida es puro teatro. Interpretamos muchos papeles y tenemos muchas máscaras. Aunque la esencia de cada ser humano es única, pero nos toca utilizar muchas máscaras en muchos momentos de nuestra vida.

Un monstruo en mi país’ es el primer montaje que dirige al frente de Cacatúas Parlantes. ¿Cómo ha sido el proceso de construcción de la obra?

Ha sido complicado. En primer lugar, porque el grupo no se configuró de nuevo hasta pasados unos meses; empecé con dos niños y ahora son ocho. En segundo lugar, hemos sufrido muchos cambios de sala de trabajo durante los ensayos y montaje. La obra es un texto que ya está escrito, es del autor Rodrigo Muñoz, y lo seleccioné porque daba pie a introducir más o menos personajes, por si venían más niños al taller poder darles un papel. Entonces, he suprimido algunos personajes como, por ejemplo, el padre, algunos de los monstruitos  de la escena del parque. De hecho, los niños y niñas hacen dos cruces de personajes y no me podía permitir el darles otro papel más con lo que ello supone. También he modificado, reinventado y suprimido algunas escenas que aparecen en el libro.

La dinamización con los niños, la implicación de los padres, la adaptación del texto, la memorización de los papeles, ¿qué es lo más complejo?

Para los niños, memorizar los textos es complicado. No les puedes dar textos muy difíciles ni muy largos, deben ser lo más adecuados a su edad y necesidades. No olvidemos que Cacatúas Parlantes es una agrupación heterogénea formada por niños y niñas que van desde los 6 a los 15 años de edad. Sus niveles de desarrollo e intereses son diferentes entre sí, así como sus habilidades y capacidades para aprender. El teatro tiene un denominador común para todos que es el juego. Entonces hay que dejarles clara la estructuración de todo el argumento, el tema y el juego que se trata en cada escena en particular. Yo les doy vía libre para que puedan utilizar sus propias palabras, pero sin que se olviden de las importantes. Es decir, doy margen a la improvisación. De hecho, para mí, es muy importante que un actor sepa improvisar. No solamente un actor de texto. No puedes exigir solamente el texto, tienen que tener esa capacidad de improvisación para que en una escena puedan sacarla adelante, si uno se olvida, tiene un atranque… Unos tienen más habilidad en eso que otros y se ayudan mutuamente. En ese sentido es muy bonito.

“El teatro favorece todos los ámbitos del desarrollo de los niños”

"Los niños tienen más capacidad de improvisación y creatividad porque su vida es un puro juego", afirma el director de Cacatúas Parlantes

«Los niños tienen más capacidad de improvisación y creatividad porque su vida es un puro juego», sostiene el director de Cacatúas Parlantes

Usted es un profesional del teatro didáctico. ¿En qué medida el teatro contribuye a su desarrollo como niños?

El teatro, para el desarrollo como niños, es una herramienta muy completa y contribuye muy positivamente tanto si los niños son espectadores como si son los propios niños los que están interpretando los papeles. Favorece todos los ámbitos del desarrollo infantil: el lenguaje, la expresión corporal, la plástica y estética, la escucha activa, la cooperación en grupo, la empatía… Son muchos aspectos los que se trabajan con el teatro.

También para los niños ciegos.

Los niños ciegos no dejan de ser niños. Tienen su necesidad educativa  especial, pero no dejan de jugar. Y perciben el mundo como niños. Cuando se trata de un ejercicio de imitación corporal, el niño ciego pega su cuerpo al del otro niño o niña para así poder percibir el movimiento y realizarlo. El texto lo aprenden escuchándolo. Uso mucho la música con el movimiento libre y creativo.

¿Cuál es la principal barrera que tienen que superar los niños con discapacidad visual en la escena?

El nuestro es un grupo inclusivo de niños con, baja y sin visión. Tengo niños ciegos que tienen una imaginación desbordante, impresionante, o tienen otros campos muy desarrollados. Hay que estimular el estatismo corporal, el movimiento de brazos y manos. Son movimientos torpes, inseguros, causados por la propia discapacidad. Y tienen que, en la medida de lo posible, ir superando eso y hacerles que la percepción del mundo en esa clase la vivan del modo más parecido al que lo perciben los otros niños que no tienen ningún tipo de alteración en la vista. Es teatro inclusivo para niños, hecho por niños.

Usted da mucha importancia a la capacidad de improvisación… ¿Los niños tienen más o menos capacidad de improvisar que los adultos?

Los niños tienen más capacidad de improvisación y creatividad por el hecho que su vida es un puro juego. Un niño está jugando con cualquier cosa. Es su forma de relacionarse con el mundo. A un niño no se le puede presentar, como a un adulto, una situación todo hablado para que lo entienda. Sí, lo comprenden, pero llegan a perder la atención. Entonces, hay que hacerlo todo jugando para llegar a ellos. Todo es un juego. En su vida diaria el niño está jugando a cada momento. Lo ve todo como un juego. Usa la imaginación.

De alguna manera la obra nos hace reflexionar sobre el valor de ser distinto y la relatividad de ser normal; el respeto a la diferencia, ¿esa es a su juicio la lección que nos da?

Sí. La atención a la diversidad  y a la inclusión de dicha diversidad en la sociedad. Por tu color de pelo, por tu color de piel… Bien por las diferencias que establecemos… Bien porque tengas unas gafas, seas más listo o tonto… Bien porque seas más gordo, más rico o pobre….. Bien por tu orientación sexual. Todo lo que entraña ser diferentes en una sociedad que parece que está pensada para que todo sea “normal” y perfecto. Los niños no tienen esos prejuicios y somos los adultos los que se los transmitimos. Los niños son libres y tienen mucha capacidad de aceptar cualquier diferencia sin segregar. Pero, claro, los adultos somos los que tenemos más complejos y juicios. A veces, tengo la impresión que parte de la sociedad se ha acostumbrado a rechazar o mirar para otro lado ante lo que le es ajeno o desconocido, y se hace autoinmune ante las miserias humanas.

¿Todos llevamos un monstruo dentro de nosotros? ¿Cuál es el suyo?

El mío es Frankenstein.

Traduzca ese Frankenstein.

La novela de Mary Shelley lo dibuja muy bien. En la película también, pero en el libro te llega mucho más clara la sensibilidad que tiene ese monstruo. Un monstruo creado a partir de trozos de muertos cobra vida y es abandonado a su suerte. Está herido, es por eso que se vuelve maligno. No es un monstruo que en su naturaleza sea malo de nacimiento. O sea, él tiene un rencor y un resentimiento por haber sido abandonado que lo hace ser malo. Muchas veces los monstruos internos se crean también por experiencias que tenemos en la vida, tratos que nos dan o por cosas vividas… Pero, bueno, mi monstruo es ese porque a pesar de serlo, es muy emocional, muy sentimental y tiene corazón, aunque mate a las personas que se crucen en su camino. Se siente rechazado.

¿Se sufre más como director de escena que como actor?

Sí, sí… Yo estoy empezando a aprender a relajarme porque son muchas cosas. Yo en esta obra actúo con los niños, narro la escena, entro en algunos momentos. Tengo que llevar lo escénico, la dirección, que cojan hábitos dentro del teatro, desde colocar su vestuario bien puesto a que no dejen la ropa tirada por ahí, que tengan localizados los objetos que van a utilizar, que estén todos preparados en el momento que les toca salir, que entre ellos se apoyen. Sí, es mucho más difícil dirigir que actuar, es más responsabilidad.

“Recomendaría a Trump una obra de Dario Fo”

«Me gustaría interpretar a Alejandro Magno por su grandiosidad», reconoce José Pérez

¿Qué exige más, hacer llorar o provocar una sonrisa?

Yo me muevo más en la comedia, que en el drama. Quizá, para mí, sea más fácil sacar una sonrisa. En eso siempre hay mucho dilema: Qué es más fácil… qué es más difícil… Pues mira, las dos son emociones, tanto la risa como el llanto. Cada una tiene un mecanismo diferente, aunque las dos salen del corazón y depende mucho del día y de cómo te encuentres. Yo suelo ser de la sonrisa y la alegría, porque el mundo necesita reír. Tú sales a la calle y te encuentras a la gente en la parada del autobús con la cara hasta el suelo o a la cafetería a tomarte un café y el camarero igual o el barrendero… La mueca de la boca se nos va yendo hacia abajo siempre sin darnos cuenta porque no practicamos la risa. No alzamos los pómulos. La boca, poco a poco, se nos va bajando en el día a día, quiero decir.

Y como espectador, ¿qué elige usted?

Cuando voy al teatro quiero reír, pero me gusta el tema social y los montajes contemporáneos donde haya música y expresión corporal. Me gusta el teatro más contemporáneo.

¿A qué tiene usted miedo escénico?

¿A qué tengo miedo escénico? A que se me olvide el texto, a que se vaya el público, pero tengo capacidad de improvisación.

¿Un actor o actriz español y no español al que admire más?

Yo soy muy de la tierra más que internacional, Candela Peña y Javier Bardem, me parece que tiene una plasticidad y versatilidad en sus personajes que me encanta. Y Charles Chaplin y Helena Bonham Carter.

Ha grabado algunos cortometrajes, el cine ¿le seduce en algún sentido?

Si me seduce, pero lo veo más cansado que el teatro porque una misma escena la tienes que repetir varias veces con la misma emoción y el mismo tono que requiere desde el principio.

Y el personaje de su vida, ¿cuál es el papel que le gustaría interpretar?

Alejandro Magno.

¿Por qué?

Por la grandiosidad que entraña ese personaje, el emperador, líder del pueblo que cambió la estructura política y cultural, guapo, antigua cultura, corona de laurel…

En su opinión, ¿cuánto de teatro hay en la política de hoy en día?

Pues mucho. Porque hoy en día el Parlamento se ha convertido en un circo más que otra cosa. Cuando se tratan asuntos tan serios para una nación hay que tomárselos con rigurosidad. Para reírnos nos vamos al teatro o al circo, pero no a un Congreso, donde hay que debatir con la importancia que merece.

Y fuera de las tablas, ¿a quién le daría un MAX por su capacidad de interpretación?

A mi madre. Porque es una gran mujer y se ha tenido que enfrentar a muchas situaciones diferentes en la vida que le han requerido interpretar un papel diferente.

¿Qué obra le recomendaría a Donald Trump?

‘Aquí no paga nadie‘ de Dario Fo, para que sepa de la peripecias de un ama de casa para llegar a final de mes y que le quede para el tinte del pelo.

¿Qué le rebela más de la sociedad de hoy en día?

Que haya gastos dentro de la propia política donde no les falte nada y cuando trabajan con grupos sociales escatimen. La mala gestión administrativa. Las personas mediocres, ignorantes, eso me irrita mucho y encima maleducadas y agresivas. Igual la culpa no la tienen ellos, pero me subleva, me enfada y me pone triste.