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Julio Cuder, cantante de Babel Experience: «La música puede ser un infierno»

"La música puede ser maravillosa pero también puede ser un infierno", afirma Julio Cuder

Cristian Díaz | Julio Cuder Morillo (Sevilla, 1953), cantante de Babel Experience no rehuye ninguna pregunta. Cuenta, sin complejos, como el cine ha tratado a los músicos y a sus adicciones, como se siente cómodo en ambientes difíciles, qué estilos le atraen y cuál es su filosofía de vida. Este vendedor de cupones jubilado que llegó a convertirse en jefe de Servicios Sociales y director de Agencia en la ONCE reconoce que aunque la música le resulta maravillosa, se puede convertir en un infierno. Disfruta del cine, del teatro, de la literatura. No discrimina “ningún tipo de arte” siempre que esté “en consonancia” con sus preferencias. Se declara un amante de la naturaleza, de la brisa, de la temperatura, del olor a campo y de los ambientes bucólicos.

¿Qué se parece más la vida al Blues o el Blues a la vida?
La vida es lo más importante. El blues es un reflejo de la vida, igual que el flamenco, igual que la pintura, y que muchas expresiones del arte.

¿Se podría definir al blues como un tipo de lamento o llanto, al igual que otros estilos de música como la ranchera mejicana?
Todo lo que sale del alma es una expresión que se puede definir como grito, como llanto…

En el Blues los primeros versos se repiten para que la frase tome impulso, fuerza y desvele algo que, quizás, duela o avergüence a su autor. ¿Cantar ahorra dinero en psicólogos?
Puede ser… Por qué no… No sé yo… (risas) Lo de los psicólogos es una cuestión que ahora, desde hace ya bastante tiempo, la gente va al psicólogo con bastante asiduidad. Los psicólogos tienen que buscarse y ganarse la vida. Te pueden ayudar en muchas cosas. Yo creo que, incluso, a sí mismos estudiando psicología. Pero después resulta que hay tantas vertientes y tantos puntos de vista, tantos modos de ver la verdad y de analizar lo que nos ocurre a nosotros mismos, que muchas veces es mejor ir al hecho y dejarse de tanto análisis. Y, el hecho puede ser cantar blues, flamenco, pintar un cuadro o, simplemente, pasear y admirarse de los milagros de este planeta, que es un sitio milagroso, donde la vida está por todos sitios y en todas sus formas o, por lo menos, en la infinidad de formas que se pueden dar en este planeta.

El cine nos ha mostrado a los componentes de los grupos de Blues y, más concretamente, a sus cantantes como personas que tienen un halo de tristeza, que fuman demasiado, que viven precariamente de la música, que les gusta meterse en líos y el humor negro, sienten una cierta animadversión a la higiene corporal… ¿Qué hay de cierto en este estereotipo?
Bueno, la animadversión a la higiene corporal, no hace falta que sea un músico. (risas) No creo que eso tenga ninguna relación. Aunque Bob Dylan cantaba al olor a pies…. Si una persona tiene muchas cosas que hacer, puede olvidar un poco su higiene personal, pero no sería lo ideal para sentirse a gusto. Se han hecho películas que, de alguna manera, más o menos, han mostrado la vida de una persona, a grandes rasgos. Algunas veces, distorsionada. En el cine se han hecho películas sobre Ray Charles, abordando temas que a la gente le llama la atención. Como de su adicción a la heroína, que se ha dado también en muchos músicos como Charlie Parker. Pero entrar en el fondo, en el alma de ese músico, de ese artista es bastante complicado. Pero, detrás de todo eso, está su impronta, su descubrimiento de nuevos caminos. El cine ha reflejado eso, evidentemente, pero se ha parado mucho en lo populista, en lo que llama la atención a la gente, y no en el meollo de la cuestión.

¿Ha tocado alguna vez en algún antro peligroso o eso también es cosa de las películas?
Antro peligroso, sí… Claro… (risas). Tú puedes estar en un antro peligroso y no sufrir ningún tipo de peligro. Eres muy de ver todo lo que te rodea y tienes que estar allí. Eso es positivo porque aprendes a defenderte. El miedo te atenaza e, incluso, puede hacer que cometas errores. Creo que peligro puede haber en muchos sitios. La verdad es que yo no he considerado ningún antro peligroso. No me he sentido en peligro, tampoco.

¿Nos podría narrar alguna anécdota de alguna actuación?
Siempre que estoy una actuación y la gente está con nosotros, y hay una interacción, y la gente canta, y vive la música que estamos haciendo, me parece una anécdota digna de tener en cuenta y es una terapia que perdura en el tiempo. Una terapia tanto para el músico como para el público que está oyendo y participando. Porque yo creo que todo el mundo, aunque no toque un instrumento, que está en un concierto participa de eso. Hay una vibración colectiva. Hay anécdotas tristes también. Cuando yo era muy joven y tenía que pagarme el equipo empecé a tocar para ganar dinero. Te puedo decir que la música puede ser lo más maravilloso del mundo, pero también puede ser un infierno, si haces música que a ti no te agrada, que no te gusta, que te aburre… Eso puede ser una verdadera tortura. Recuerdo que nos contrataron para tocar en un Fin de Año, que nos pagaban bastante bien. Fuimos a tocar a Carmona. Nos habían contratado en Carmona y no hubo nadie en esa actuación. Todo el mundo estaba viendo la televisión en su casa. Incluso, llamamos a la gente que estaba por allí, en el bar, para que se viniesen a tomar las uvas con la música y nada. El dueño del local nos pagó. Nos fuimos de allí porque, claro, no había habido nadie, pero nosotros habíamos cumplido con nuestro trabajo. Y, cuando ya íbamos en la furgoneta y nos íbamos, todo el mundo iba para el local para oír música, una vez que habían visto todo lo que habían proyectado por televisión.

«Me gusta la improvisación y la música experimental»

Si tuviera que poner una canción en este instante, ¿cuál elegiría?
No me gusta la música con principio y final, comercial. Me gusta mucho la música experimental, aunque sean temas definidos por la gente… Pero me gusta más la improvisación y la música experimental.

¿Recomendaría algún cantante o grupo a los lectores que se quieran iniciar en el mundo del blues?
Han hecho muchas versiones del blues de Robert Johnson, que pertenece al Club 27, que murieron con 27 años, una invención por encuadrar a los músicos.

¿Tiene alguna manía al subirse al escenario?
No, no. No tengo ninguna manía. Estoy en contra de las supersticiones y de las manías.

¿Cómo se empatiza con un público que no se ve?
Pues sintiéndolo. Aunque no se vea, el sentimiento está ahí. Lo notas en el ambiente. Se huele. Se masca. Cuando estás en un sitio donde la gente está sin prestarle atención a la música no te puedes concentrar.

¿Cómo se sitúa en el escenario?
Me da igual estar a la izquierda, que a la derecha. Pero si el bajista está un poco de frente o con una inclinación que me puede ver, pues, no por mi preferencia, sino por la preferencia de él, me pongo así o me pongo al lado del batería. No tengo un lugar determinado, pero si las limitaciones de que tengo que tener el micrófono, tenerlo ubicado y los pedales para cambiar el sonido.

¿Cómo definiría Babel experience?
Como un grupo que hace funky, que hace blues y que hace también temas propios. Aunque los temas propios, como la gente no los conoce, pues difícilmente se interpretan. Pero están ahí.

¿La relación con sus compañeros de banda se limita a la música o, después de tantos años, se ha formado una especie de familia musical?
Hay una relación de amistad.

En 2010 comenzaba un programa de radio. ¿Continúa?
En 2010, yo tenía dos programas de radio. Uno era de accesibilidad. Que, ahora, quizás lo vuelva a hacer de nuevo. Se podría decir que cotejando distintas experiencias de distintos lugares. Con colaboradores que podían hacer de corresponsal y podían también dar su opinión acerca de cómo estaba en su ciudad la accesibilidad al transporte, a la cultura, al deporte…

¿Cómo se llamaba?
Se llamaba ‘Desde la Atalaya’.

¿Y el otro que tenía?
El otro era de música. Se llama ‘Música y sombras’. Con este programa sigo todavía. Se está emitiendo en la EMARTV, que es la Red de Emisoras Municipales de Andalucía, la Onda Local Andaluza. Y, ‘Desde la atalaya’ se dejó de hacer, porque era muy difícil que las personas con discapacidad participaran en el programa. Porque es curioso lo que ocurre con este colectivo de discapacitados. Por ejemplo, el colectivo LGTB. Ahí, la gente está orgullosa de lo que son y tienen sus salidas a la calle, sus banderas, sus jornadas. Pero nadie se siente orgulloso de ser discapacitado. Y, yo no digo que me sienta orgulloso, porque no hay un motivo para sentirse orgulloso de eso, quizás. Pero tampoco hay que ocultarlo. También hay que reivindicar. Es difícil. Lo que se reivindicaba en el programa era que la gente con discapacidad tiene igualdad de derechos, con el resto de ciudadanos, para transitar por las calles, por el entorno urbano, por la cultura… Ahora, quizás se vuelva a hacer para toda Andalucía

¿Tiene, ahora mismo, algún proyecto entre manos?
Ahora mismo, mi objetivo principal es vivir y aprender todo lo que pueda. No tendré tiempo suficiente, pero sí de respirar y de vivir con intensidad.

¿Con qué canción felicitaría a la ONCE por su 80 aniversario?
Me pilla de improviso la pregunta porque no sé que canción les vendría bien a la ONCE en su 80 aniversario. Cualquier canción le podría venir bien a la ONCE en un momento dado. Hoy es el aniversario de la muerte de Otis redding, así que ‘Sentado en el muelle de la bahía, esperando acontecimientos’ me parece una buena canción.

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