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Mel Rocher, director de ‘El Malecón’: “El teatro es la vida”

Luis Gresa | Desde pequeño ha pensado que la vida es teatro y por eso ha hecho del teatro su vida. Tanto, que en todo momento cree que tiene un patio de butacas lleno delante de él. Mel Rocher (Málaga, 1963) aprendió de los grandes de la escena española y hoy se declara un poco Woody Allen en su amor a lo cotidiano y su sentido del humor, y muy existencialista y ecléctico en su forma de entender y absorber la vida a borbotones. Desde hace dos años dirige ‘El Malecón’, el grupo de teatro de la ONCE de Málaga, con el que va a estrenar, el próximo día 19, ‘Maniobras Teatrales en la Oscuridad’, un juego de Matrioskas, de teatro dentro del teatro, en el que va a proyectar su admiración por Jacinto Benavente y su manera de comunicar y llegar al público. Las entradas están agotadas.

Mel Rocher lamenta que al sistema educativo español no le importe ni el teatro, ni la música , ni la Filosofía | Reportaje gráfico: Eduardo Nieto

Mel Rocher lamenta que al sistema educativo español no le importe ni el teatro, ni la música , ni la Filosofía | Reportaje gráfico: Eduardo Nieto

Dicen que, en usted, cualquier movimiento del cuerpo este teatro, cualquier palabra que se pronuncie es teatro. ¿Todo alrededor de usted es teatro?

Cuando encuentro a maestros me recuerdan que cuando entré en la Escuela de Arte Dramático, que fui el más joven, entré con 15 años, haciendo el BUP al mismo tiempo, y me dicen que lo pasaban muy bien conmigo porque les decía, ya tan jovencito, que la vida era teatro y que el teatro era la vida. Y lo sigo pensando. Yo voy al hospital a ver a un familiar, me siento a los pies de la cama y lloro, y estoy pendiente de cómo me resbala la lágrima por el ojo. Es una deformación que he tenido siempre. Tengo ese síndrome que creo que tengo un patio de butacas lleno delante de mí en todo momento, pero lo he tenido desde que era un niño.

¿Y cómo despertó ese interés por el teatro?

Sucedió porque yo quería hacer danza. Pero mi padre, que era muy bruto, se dedicaba al fútbol, y se ponía muy nervioso si me veía con unos leotardos. Tenía unas broncas horrorosas y no podía continuar con eso. Si no me puedo poner las mallas para bailar me las pondré para hacer mimo, que le enfade menos a mi padre, pensaba. Y así es como terminé en el mundo teatro.

Luego vi ‘La hija del aire’, que Luis Pascual trajo a Sevilla. Le estaban dando una oportunidad a Antonio Banderas en aquel momento y fuimos todos los estudiantes de Arte Dramático. Fue una experiencia. Yo me enamoré de Luis Pascual y su forma de hacer teatro. Eso, y con 12 años vi en los estudios de televisión ‘La Dama de las Camelias’. No dormí en toda la noche aquel día, pensando en todo ese fenómeno que vi entonces, me obsesioné con ese tema y hasta hoy.

En España no nos educan para amar el teatro.

No, no, no. Lo que pasa es que se ha desvirtuado todo mucho. Yo empecé estrenando en Madrid como protagonista en el Teatro Martín con 19 años con Conchita Montes. Éramos cuatro en el teatro. Estaba Luis Merlo, Fernandito Delgado, Luis Alberto Albés, que era como yo, sin padres famosos, y éramos cuatro o cinco y ahora hay colas que dan la vuelta a la productora. Es una masificación muy grande.

Se lo decía porque en el sistema educativo la enseñanza del teatro brilla por su ausencia.

Bueno, no nos enseñan tantas cosas, tampoco la música. Es terrible porque en los países del norte de Europa es tan importante la música o el teatro como cualquier otra materia. Y aquí parece que es más importante la clase de Religión o la de Música. La de Filosofía tampoco importa a nadie. Esto contribuye a la educación emocional del alumno, está demostrado. Te desarrollas mejor con este complemento. Fíjate tú qué Siglo de Oro tenemos con autores amados en todo el mundo y con un legado importantísimo y que esto no se enseñe y no se haga saber a los alumnos es terrible. Parece que solo importa la Informática y las Matemáticas y se ha olvidado la Filosofía, la Música, el Teatro.

Usted se ha formado grandes de la escena española, ¿en qué medida han marcado su carrera?

He trabajado con José María Rodero, Manuel Alexander, Queta Claver, Conchita Montes, María Luis Merlo, María Jesús Valdés, gente muy importante, María Asquerino, Lola Cardona, Gemma Cuervo, son actores y actrices que me han enseñado todo lo que sé. Aparte de haber estudiado académicamente con Miguel Narros, el señor Leiton, pero haber compartido escenario con María Jesús Valdés, aprendí tanto con esa señora, era algo bestial, mejor que cualquier escuela. Aprendí en un año con ella más que en toda la licenciatura.

¿Y en qué momento y por qué se produce el salto a la dirección?

Se produjo después de que viniera de Estados Unidos. Me llamaron para trabajar en el Teatro Gala de Washington y cuando regresé, esos viajes te abren mucho la mente, y allí entendí y reflexioné y pensé cómo estaba el actor en el teatro en España y me di cuenta de que no podía estar esperando al lado del teléfono. O haces tus sueños o haces los sueños de otros. Pero si otros no vienen a ofrecerme escenificar sueños suyos, tendré que inventar yo los míos para seguir trabajando. Y así fue como inventé mis propios sueños y llevarlos a cabo y dirigirlos.

“Soy más actor que director”

Para el director de 'El Malecón' , el amor por el teatro está por encima de todo en su vida

Para el director de ‘El Malecón’ , el amor por el teatro está por encima de todo en su vida

¿Se sufre más como director que como actor?

Disfruto más como actor. Si dijera lo contrario mentiría. Yo amo el teatro desde el punto de vista de la actuación. Dirijo porque la vida me lleva a ello, pero sinceramente me gusta más actuar. Soy más actor que director, aunque la vida me lleve a dirigir. Y llevo desde 2011 dirigiendo.

¿En qué género teatral se desenvuelve mejor?

A mí eso no me importa. He hecho mucha gira con comedias y me lo he pasado genial y me he divertido muchísimo. Cuando me hacían críticas hablaban del primer actor cómico Mel Rocher. Y luego me daban un drama y lo disfrutaba tanto como cuando hacía la comedia. A mí me gustan todos los géneros, la tragedia, la comedia, el drama, la tragicomedia, es un género que me encanta.

De estos 20 años ya de trayectoria teatral, ¿de qué se siente más orgulloso?

De muchas cosas, de permanecer, sobre todo. Estoy orgulloso de permanecer. Me ha pasado de todo en la vida y he vivido mucho tiempo fuera de España y he recorrido el mundo con el teatro. Pero mi amor al teatro está por encima de lo que pueda tener en la vida. En un momento dado me puedo fijar en una persona, pero tengo la idea de que el teatro nunca me va a traicionar, siempre va a estar ahí para que yo pueda acceder. Es una forma de vida, una filosofía de vida.

¿Hay algo de Woody Allen en usted?

Me siento Woody Allen en el sentido de que a él le encanta lo cotidiano y tiene un sentido del humor que comparto, pero creo que es también es un poco Woody Allen Pedro Almodóvar a su manera. Es el Woody Allen español. Porque a mí me encanta la comedia y los detalles cotidianos y este creador tiene este punto de vista también. En eso nos parecemos.

¿Comparte también ese escepticismo crítico ante la vida que le acompaña en todas sus obras?

Creo que hay un punto ácido en mi manera de ver las cosas. Yo también soy crítico con lo que me rodea. No suelo tener un punto de vista plano sobre lo que veo. Siempre hay muchas aristas. Y escéptico sí. Como también soy existencialista. Tengo ese punto que también a veces me lleva a lados oscuros pero brillantes. Siempre he dicho que soy muy ecléctico, tengo de muchas escuelas, no me interesa ser solo una cosa. Yo me siento muy adulado cuando me dicen que tengo un abanico muy grande, que me puedo abrir y ser varias cosas a la ver, eso me atrae, me gusta.

“Admiro la manera de llegar al público de Benavente”

Rochel se declara un admirador "de la forma brutal de comunicar con la gente" que tiene la dramaturgia de Benavente

Rochel se declara un admirador «de la forma brutal de comunicar con la gente» que tiene la dramaturgia de Benavente

¿Qué va a encontrar el espectador en estas ‘Maniobras Teatrales en la Oscuridad’?

Va a encontrar dos cosas; la modernez, lo que significa ser moderno en el teatro, y la parte más clásica del teatro. Confluyen el folletín que Benavente escribió en su momento, y que fue Premio Nobel de Literatura y de Dramaturgia, y que tiene esa parte popular, y por otro lado está el punto moderno que he querido poner en contraposición de un teatro muy coloquial, muy cercano al público, y más moderno, con relaciones entre ellos a veces no tan aceptadas moralmente.

El teatro de Benavente constituye una galería completa de tipos humanos ¿Qué admira más de su obra?

Admiro esa manera de llegar al público. Esa forma brutal de comunicar con la gente. También me fascina el hecho de que el tiempo haya pasado. Te aseguro que a mi vienen los actores y me quitan las lágrimas de los ojos cuando hablan conmigo porque estoy viendo eso y me estoy emocionando. Mira que han pasado años, pero entro directamente ahí a compartir eso, empatizo con esos conflictos que lo son de principios del siglo pasado, pero entro, entro en eso y creo que el público va a empatizar el día del estreno.

¿Qué valoración hace de estos dos años al frente de ‘El Malecón’?

Yo creo que, si te trato a ti como un sinvergüenza, tú terminas siendo un sinvergüenza conmigo y si te trato con respeto al final me vas a corresponder con respeto. Muchas veces me lo critican los mismos actores. Me dicen, oye, es que nos exiges mucho, nos tratas como profesionales, y no somos profesionales, somos personas ciegas aficionadas al teatro. Mira, tú te estás subiendo a un escenario, yo soy director, para mi eres un actor o una actriz, nada más, no eres un discapacitado, eres un actor que tienes unos condicionamientos y punto, nada más. Me niego a tener una actitud condescendiente con los actores de ‘El Malecón’, es mi forma de hacer y no voy a cambiar. Voy a seguir así, si me quieren bien y ojalá seguimos muchos años, y si no, encantados y felices.

En este tiempo como director, ¿qué ha aprendido de ellos?

Uy, un montón. Ellos me han ayudado a ver otra realidad. Me han enseñado su forma de sentir, su percepción de las cosas, cuando son cálido son muy cálidos y muy cercanos. Al principio me costó llegar a ellos, no los entendía, quizá entré muy bruscamente. Tenía prisa porque me quisieran y el primer año lo pasé mal pero luego se volcaron y me lo dieron con creces.

¿Por qué recomendaría a una persona ciega dar el paso de entrar a hacer teatro?

Porque el teatro es como otra familia. Tienes tu familia en tu casa y luego está la familia del teatro. Se establece una connivencia que no se establece en otros lugares donde se establecen unos vínculos muy bonitos, es como vivir, tener esa otra familia al margen de tu vida, gente en la que te puedes apoyar, con la que convives, compartes. Y por eso creo que las personas ciegas deberían dar ese paso y hacer teatro, no solo las personas ciegas, cualquiera debería hacer teatro porque es una convivencia casi espiritual.