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Rafael Millán, autor del ‘Chico pájaro y otros cuentos’: “La escritura es la mayor herramienta de libertad”

Yusuf Hnich | Después de perder el total de su visibilidad con apenas quince años a causa de un desprendimiento de retina, Rafael González (Sanlúcar de Barrameda, 1964), acumula a sus espaldas un bagaje laboral bastante extenso y de mucho peso en el mundo del Derecho Internacional. A pesar de quedarse ciego muy joven, ha sido siempre una persona autosuficiente que se ha valido por sí misma y ha luchado por cumplir sus metas. Actualmente, ya una vez jubilado, dedica la mayor parte de su tiempo a su segunda pasión, la escritura creativa, que ha ido puliendo poco a poco a través de la formación en escuelas de renombre que le han permitido la publicación de varios obras literarias. Mención especial a su último trabajo, ‘El chico pájaro y sus cuentos’ donde a través de cuarenta relatos deja historias acerca de su biografía y de temas muy cotidianos en la vida de cualquier persona.

El autor, Rafael González, en una de sus presentaciones

Cuéntanos un poco sobre tu vida, Rafael.

Soy de Sanlúcar de Barrameda. Tras mis operaciones de vista, es cuando me afilio a la ONCE en Cádiz durante el año 1980 y más tarde comienzo mis estudios de Derecho en Madrid. Desde entonces, he trabajado con el Grupo ONCE en numerosos proyectos, donde estuve como director general adjunto hasta el año 2001, desde 1995 hasta 2015, obtuve experiencia en actividades del ámbito en la Unión Europea. Y es en el año 2015 cuando me jubilo y me dedico un poco más a proyectos que tenía parados.

¿Qué discapacidad visual tiene exactamente?

Con catorce años, en el año 1978, tuve un desprendimiento de retina que, debido a los escasos avances médicos de la época por entonces, lo que me hizo perder la visibilidad completa tras pasar por dos operaciones.

En su día a día, ¿En qué faceta le afecta más?

Las limitaciones de la vista suelen ser un tanto subjetivas dependiendo de la persona. En mi caso, es cierto, que me he sabido manejar bien obviando ciertas limitaciones. Sobre todo, lo que más me ha costado son los desplazamientos, intento moverme con mi mujer cada vez que puedo y evitar salir solo lo que no quiero decir que muchas veces lo haga de forma independiente, y, por otro lado, la lectura de ciertos documentos a los que quiero acceder porque tenemos mucho que avanzar aún en temas de accesibilidad.

¿Se ha sentido excluido de la sociedad por ese hecho?

Personalmente, he sido una persona muy abierta y me he esforzado en hacer las cosas por mí mismo y no esperar que nadie tenga que rescatarme. Eres consciente que por ser ciego en muchas ocasiones no se fijen en ti y me doy cuenta, sobre todo cuando estaba en la universidad. Allí, muchos compañeros míos tenían mayores oportunidades porque llegan a pensar que tú no eres capaz de hacer lo mismo que ellos, que no podrás. En el campo personal, también he tenido mis discriminaciones. Pero en términos generales no he sido una persona discriminada y ahí ha estado siempre la ONCE para apoyarme y compensar todas esas situaciones vulnerables que pueda vivir.

Rafael Millán, durante la presentación de su último libro

¿Cuándo se despierta en usted el interés por la escritura?

Siempre ha sido una rama que me ha gustado, incluso en la etapa que estaba perdiendo la visión. Grababa mucho en casetes y los escuchaba. La formación jurídica te hace ser muy preciso en tu lenguaje, en el derecho no caben medias tintas y eso te hace esforzarte en la escritura. En mi última etapa profesional, escribo ‘Los sentidos del alma’ donde se hace un diálogo entre la pintura, la poesía y la música. Y a partir de ahí, ofrezco una mayor dedicación a la escritura. Una vez que me jubilé, me matriculé en una consolidada escuela de escritura creativa que me sirvió para apuntalar mi técnica.

¿Cuál considera que es tu mejor libro?

Creo que podría ser el último que he escrito, ‘El chico pájaro y otros cuentos’, porque supone una mayor madurez en mi escritura e incluyo rasgos biográficos tanto míos como de personas importantes en mi vida. Es el más completo que he escrito en comparación con los anteriores.

¿Qué le aporta la escritura que no le aporta otro hobbie?

Mucha libertad. Cuando estás escribiendo eres tú y tu escritura, las barreras te las pones tú. Eres tú el que decides hasta qué punto te quieres desnudar, nadie te va a poner límites, así que trato de disfrutar esa libertad y cuando tengo a un personaje en mis manos al que le voy dando forma te sientes como una especia de ‘semidiós’ (ríe), es una exageración, pero eres el creador de ese mundo.

Durante el acto de presentación se pudo disfrutar de varios músicos

¿Cómo definiría la escritura? ¿Y el arte?

La escritura es, sin duda, una herramienta de libertad. Es la manera más fácil de compartir con alguien, más incluso que de forma verbal. Cuando estamos frente a frente con una persona nos cuesta mucho expresar todo lo que llevamos dentro, quitarnos la mordaza.

El arte sería la mayor expresión de libertad del ser humano. Ha permitido derribar dictaduras, y hasta la actualidad el hombre no ha sido capaz de alcanzar esa libertad. Antes solo importaba la supervivencia porque corrían otros tiempos y no todos eran capaces de realizar expresiones artísticas que fuesen en contra del régimen establecido. Era un privilegio que tenían los creadores a través del arte, el Quijote sería una gran expresión de esa libertad.

‘El chico pájaro y otros cuentos’, tu nuevo libro. ¿Con cuál relato se quedaría?

Es complicado, esto es cómo cuando te preguntan si quieres más a tu madre o a tu padre (risas). Pero lo cierto es que el relato de ‘el chico pájaro’ me parece bastante entrañable, está muy abierto a la interpretación. También tengo mucho cariño por uno de los relatos en los que, sin llegar a nombrarla, hablo de la ceguera. Otros especiales son los relatos en los que hablo del primer hijo que se tiene o sobre la primera pérdida de un animal muy querido en una familia.

¿Qué es lo más importante que debe tener un escritor?

No existe una fórmula mágica que te hace ser un buen escritor. Aún sigo vinculado a la escuela y he aprendido que sí existe una condición fundamental en los escritores: la verdad personal, nunca engañes a nadie y que lo escribas te salga de dentro. Si lees un libro y suena a mentira, no suele gustar. Luego a eso, lógicamente, se le suma la técnica, para mí no es lo mismo escribir en derecho que escribir un libro, aunque me pensaba que sí. Y me he tenido que equivocar mucho para depurar mi técnica literaria porque en mis inicios pensaba que la literatura eran adjetivos y los expertos me han hecho ver que es todo lo contrario, destaca por la desnudez de adjetivos.

¿Piensa que la lectura se está abandonando por los jóvenes?

Hoy se escribe más que nunca. Depende mucho de la educación que se imparta en cada casa y eso yo a mis hijos siempre he intentado inculcárselo desde pequeños. Leen mucho, pero el contenido de los tiempos es distinto. Compararlos con nosotros es lo mismo que si nosotros nos comparamos con nuestros padres, tiene muchos riesgos.

‘El chico pájaro y sus cuento’ ha sido el título escogido por Rafael en su último trabajo

Si pudiera cambiar algo de la sociedad actual, ¿qué sería?

La hipocresía. Vivimos en una sociedad donde asumimos la mentira como algo normal y cotidiano, pero no hacemos nada por remediarlo. Cada uno vive en su mundo. Nadie te va a criticar por ser un mentiroso, el claro ejemplo lo tenemos en los políticos. En la sociedad existen dos males: la hipocresía y la mediocridad. La popularización se ha llevado a tal extremo que incluso se aplaude, tendríamos que mejorar mucho aún, un poco más de verdad y menos de mediocridad.

¿Qué mensaje le daría a aquellos afiliados que se están buscando un hueco en el mundo del arte?

Que nunca pierdan el tiempo ni piensen en la recompensa económica que puedan obtener por aquello que hacen. En España la cultura se vende poco, por lo tanto, que lo que hagan lo hagan por lo que le pueda llenar por dentro y ya luego el éxito llegará en algún momento.

La ONCE en su vida ha sido…

Mi mayor apoyo. Evidentemente, perder la visión con quince años, estando en Sanlúcar, es complicado a pesar de que te acepten socialmente porque tienes una serie de ideas y objetivos que se acaban rompiendo, pero si la ONCE no hubiese estado me lleva a preguntarme qué hubiese pasado conmigo, me ha permitido desarrollarme como persona y como profesional. Y ese apoyo lo sigo teniendo. Ahora, con cincuenta y seis años me sigo considerando una persona activa. Siempre he dicho que la persona que más me ha ayudado ha sido mi madre porque me ha enseñado a ayudar a las personas y no hay nada que te llene más que eso.